Probablemente el lector que haya leído los capítulos anteriores se encuentre con alguna dificultad para entender los pormenores del relato, por lo que me parece oportuno hacer algunas reflexiones sobre determinados hechos y sobre la decisión final que Francisco Tobar adoptó en su testamento, que era libre de decidir lo que le viniera en gana, pero no por eso generó algunas dudas y muchos comentarios.
Como habrá concluido el lector. La decisión final de Francisco Tobar resultó una enorme sorpresa hasta para los más allegados, entre los que se encontraron mis familiares. A pesar de lo difícil que resultó para mi abuelo y para mi tios aceptar tal desagravio. La famila Obispo Vitón supo superar el agravio con enorme hidalguía. Sin olvidar pero sin rencor. Al contrario, ha dado, desde mi punto de vista, un ejemplo de comportamiento, sin mostrar envidias, ni resentimiento de lo que me encuentro orgulloso.
Pero revisemos algunos hechos sin ánimo de revancha.
Francisco Tobar Vitón, primo de mi bisabuelo, se trae de Fresno de Cantespino a la familia entera, para que cuiden a su esposa que ha caído enferma y para atender la finca de Hortaleza que ha heredado su mujer, a la muerte de su padre, Silverio Gutiérrez.
Dicho sin ninguna precipitación creo que, después de haber reflexionado sobre la historia de los Tobares, Francisco y Antonia, la criada, se «entendían» desde los primeros momentos, supongo que, incluso, en vida de su primera esposa. Da la impresión, además, de que Francisco Tobar tocaba varios palos a la vez.
Francisco Tobar vivió episodios muy duros a lo largo de su vida, desde el destierro en Málaga, a la muerte de sus dos esposas y a su penurias económicas. La mayoría de ellas en un permanente enfrentamiento con su hijo. En todas, sin excepción, recurrió a mi familia, unas veces a mis tatarabuelos Pedro y Leona y otras a mis abuelos Guillermo y Juana, para que le socorrieran, bien para que mediaran ante su hijo por algún conflicto familiar, bien solicitandoles dinero ante su paupérrima economía.
Como digo, en todos los caso sin excepción, buscó y obtuvo, la ayuda, comprensión y cariño de mis familiares, incluso soporte económico. La gran paradoja es cómo un hombre que muestra su enorme agradecimiento públicamente, que decide en su propio testamento el reconocimiento a los familiares que le ayudan, en los peores momentos de su vida, puede cambiar su voluntad ante unas «carantoñas», por muy especiales que fueran.
El protagonismo oculto de Antonia, nos hace pensar si su actitud, a lo largo de los años, obedeció a un plan preconcebido, cuando se acostó por primera vez con Francisco Tobar, o fue evolucionando con el paso del tiempo, según las cosas la iban surgiendo. Sea como sea no es lo más importante de la historia, aunque sí haya sido lo más trascendente de la misma. Quizá, a última hora, Antonia movió las piezas con más decisión viendo que se avecinaba el final de Francisco Tobar y jugó la partida con las cartas que tenía.
Me queda la duda de cuándo Francisco Tobar hizo su último testamento y en qué condiciones se llevó a cabo. Tampoco se sabe si fue voluntad de Francisco Tobar cambiar el testamento depositado en Colmenar Viejo, o fue Antonia la que convenció a Francisco Tobar, con la ayuda de algún asesor, quien lo llevó a cabo.
Es igual, es un eslabón pendiente en la historia, pero que a la postre no tiene mayor importancia que evidenciar el tipo de persona que fue D. Francisco Tobar. Por mi parte, creo que Francisco Tobar no fue una buena persona y se dejó llevar por su instinto carnal más que por su conciencia.
Antonia, a la postre, aprovechó todas las oportunidades que se le presentaron. Creo que, en ese sentido, no se la puede reprochar nada, otra cosa muy distinta, ha sido su comportamiento con mis abuelos, mezquino y ruin, después de la muerte de Francisco Tobar.
Parece ser que Francisco Tobar llegó a comentar que su herencia sería para quien le diera el último vaso de agua. Puede que no sea exactamente así, pero si no lo es, tiene toda la apariencia de verosimilitud. La frase tiene mucho de advertencia y algo de anuncio. La advertencia, de ser cierta, era para mi familia. Probablemente Francisco Tobar quiso descargar su conciencia y justificar por qué había tomado la decisión que tomó. No se si con ello quiso manifestar que no le importaba nada de lo que había sucedido a lo largo de su vida, que lo importante para él eran los «cuidados» de Antonia. Si fue así, que en su conciencia quede para siempre.
Los hechos producidos después del fallecimiento de Francisco Tobar, y ya con Antonia como dueña exclusiva de todos sus bienes, los he omitido porque no corresponden a la historia de los Tobares, y, para mi, no merecen ni un minuto de mi tiempo. Como botón de muestra del comportamiento de Antonia baste reseñar el desconocimiento, y por qué no, la avaricia, que llevó a Antonia a llevarse a su domicilio gran parte de la documentación que debería encontrarse en el protocolo del Sr. Tobar y sus sucesores, y depositados en el Archivo General de Protocolos, y sin embargo estuvieron en poder de Dª Antonia Álvarez, hasta el 1 de diciembre de 1954 en que, según consta en la STS 122/1961, fueron entregados por Dª Antonia Álvarez al Archivo General de Protocolos del distrito los pliegos comprendidos desde 21 de noviembre de 1911 hasta el 5 de septiembre de 1920. La sentencia del Tribunal Supremo puso fin a una demanda sucesoria relacionada con un testamento del protocolo del Sr. Tobar, que había desaparecido.
He terminado de leer la historia referida a la familia de los Tobares.
Haré algunos comentarios al respecto de la misma:
1º.- Me ha resultado difícil leer toda la historia aquí narrada de un tirón. Lo he conseguido haciéndolo durante varios días y si he de ser sincero, saltándome algunos párrafos.
2º.- Como ya comenté al finalizar el capítulo 2º, me ha costado en muchos momentos seguir la historia que el autor cuenta, esencialmente por la repetición de hechos, nombres, situaciones, etc., si bien algunas cosas se me aclararon con la inclusión del autor, del árbol genealógico incorporado a la misma.
No obstante si he podido, finalmente, comprender mas o menos, la guerra interna entre la familia Tobar y todos los personajes, mejor dicho personas, que rodean de forma cercana al protagonista principal de esta historia, Francisco Tobar.
Destaco nuevamente la infinita precisión de algunos episodios aquí narrados, como si el autor, hubiese estado presente en cada uno de esos momentos. A modo de ejemplo me sorprende que el narrador, conozca detalles como el relatado referido a la llegada de D. Francisco y D. Guillermo a la Notaría de D. Pedro Tobar; que el primero subiese en el ascensor (lógico por su problemas en su pierna) y que D. Guillermo subiese por las escaleras, acelerado para evitar males mayores entre padre e hijo.
Sin ánimo de dudar de su veracidad, me pregunto, como sucede en muchas de las historias que se cuentan del pasado, si en ésta existe, como también sería lógico, una parte de ficción, aportada por el escritor con objeto de darle más realismo a la misma, en cuyo caso hay que alabar la magnífica y poderosa imaginación del mismo.
Por último y por poner algún «pero» a la historia, siempre desde la óptica de éste lector, no especialmente ducho en crítica literaria, hecho en falta algo de dramatismo y emoción en la narración pues si bien el hecho se circunscribe a un entorno concreto y parece que descrito de forma muy realista y sin ánimo de novelarlo,
podría haberle dado, en alguno de los pasajes de la historia, un enfoque manas emotivo, pues algunas de las situaciones que se describen, dan argumentos para ello.
Para finalizar, estoy convencido de que esta historia contada de forma verbal por el mismo autor, tendría, bajo mi punto de vista, unas consecuencias más relevantes, emocionalmente hablando que las palabras, frases, párrafos etc. fijadas de negro sobre blanco.
Espero que así sea.
Muchas gracias Rafael por tu extenso comentario. Entiendo que es una historia llena de detalles que pueden hacer compleja la lectura, de ahí, la idea de dividirlo en capítulos, para una mayor facilidad del lector.
La idea base para el desarrollo de la historia es, y ha sido, la de ofrecer datos y detalles absolutamente soportados documentalmente, por eso, para mi ha sido relativamente fácil precisar detalles como el del ascensor o, algún otro, relativo a diálogos entre los distintos personajes.
Creo que a lo largo de la historia es más fácil encontrar errores de redacción, que interpretaciones sobre los hechos narrados.
He huido de interpretaciones personales, para ello he evitado juzgar los comportamientos y actitudes de algunos personas a lo largo de la historia, salvo, en el último capítulo, donde expreso mi reflexión sobre la misma.
Próximamente volveré sobre algunos momentos de la historia, para ampliar la vida de algunos personajes, como D. Pedro Tobar Gutiérrez, tanto en su relación con el ayuntamiento de Hortaleza, como de su relevancia como notario en Madrid.
Una vez más muchas gracias por tus aportaciones.