A comienzos del siglo XIX las escuelas estaban en el mismo edificio que el Ayuntamiento, en un lugar conocido como El Potro, en la Plaza de la Constitución, y se encontraban en unas condiciones lamentables debido a su estado ruinoso.

Entre los distintos proyectos que anhelaba el Ayuntamiento estaba la construcción de un nuevo edificio para destinarlo a las escuelas, pero tenía un problema importante para ello y es que no disponía de un solar donde edificarlo. No obstante, el 4 de Noviembre de 1867, siendo alcalde José Morales Nieto,  el Ayuntamiento celebró una sesión extraordinaria en la que se decidió poner en marcha el proyecto de construcción de una Casa Escuela Pública. Se acordó que se realizara el oportuno presupuesto y los planos correspondientes para que una vez aprobado y verificado se solicitaran los fondos del Gobierno.  

Los meses transcurrían sin que el proyecto progresara. El estado del edificio cada dia presentaba mayores peligros por lo que se decidió alquilar unas estancias y trasladarlas a la casa del Marques de Cerralbo,  que se encontraba próxima a la  Casa Consistorial. Pocos años mas tarde también se trasladaron las dependencias municipales, ante el estado de verdadera ruina del edificio. 

La casa del Marques de Cerralbo tenía  dos pisos con un amplio portalón que daba acceso a un recibidor, al que conectaban  las habitaciones de la planta baja.  En la  segunda planta estaba ubicada la escuela. Allí permanecieron durante cincuenta años en unas condiciones cada vez más precarias.

En la primavera de 1.928  se produjo la visita de un Inspector de Primera Enseñanza que, al observar las deficientes condiciones en que se encontraban, propuso al Ayuntamiento la construcción de nuevos locales para las escuelas, informándoles que, para este fin,  se podían recabar alguna subvención del Estado. La visita del Inspector volvió a reactivar la idea de construir un edificio para las escuelas.

Siguiendo la recomendación del Inspector de Enseñanza, se procedió a invitar a los vecinos que tenían propiedades en el pueblo, a que ofrecieran algún solar para su construcción. Desafortunadamente para el Consistorio la idea  no caló entre los vecinos, ya que a la reunión a que fueron convocados, solo asistió uno de ellos.

En vista de la escasa colaboración vecinal, el Ayuntamiento estuvo buscando algún solar donde poder llevar a cabo su proyecto. Existía un  solar en la Calle del Mesón nº 1 del que se desconocía si estaba o no al corriente del pago de la contribución.

La información que les había adelantado el inspector en su visita en 1928 resultó confirmada en el mes de Agosto de 1930, cuando se promulgó un  Real Decreto que establecía la posibilidad de solicitar, a través de la Dirección General de Primera Enseñanza,  la construcción, por parte del Estado, de edificios para las escuelas en todos aquellos Ayuntamientos que dispusieran de solares para ello.

El Real Decreto ofrecía al Ayuntamiento la posibilidad de materializar el gran proyecto de sus sueños. La buena noticia fue acogida con gran ilusión y el Ayuntamiento en pleno se puso manos a la obra de forma inmediata. Por una parte tenía que resolver el tema del solar y por otra, el proyecto para la construcción del edificio. En relación al primero de los temas, a primeros del mes de Octubre, el alcalde D. Federico Núñez  había contactado con el Sr. Tobar, que tenía un solar en la calle de Burgos Baja número 2, para ver si estaba dispuesto a colaborar con el Ayuntamiento en el proyecto de las escuelas. Después de varias conversaciones, el Sr. Tobar, decidió donárselo al pueblo con la condición de que,  si no se llevaba a cabo el proyecto en tres años, la donación quedaría sin efecto. Como la donación debía ser aceptada por la Corporación se autorizó al Sr. Alcalde para que firmara la escritura de donación correspondiente 

Sin perdida de tiempo se preparó la correspondiente instancia, que se entregó en la  mencionada Dirección General,  solicitando la construcción de las escuelas y ofreciendo aportar el 25 %  del presupuesto total de la obra, en metálico.

Casi a vuelta de correo se recibió la respuesta del Gobernador Civil, en la que informaba de los trámites para continuar con la solicitud de las escuelas. En primer lugar indicó que se tenía que  dirigir una instancia a la Comisión Provincial de Construcciones Escolares, solicitando que se informara y se tramitara el expediente instado por el Ayuntamiento.  En segundo lugar, recomendó al Ayuntamiento que, en la instancia, se hiciera hincapié en el compromiso del propio Ayuntamiento  en que dotarían para las nuevas escuelas de material escolar y del mobiliario necesario, así como que disponían de financiación suficiente para el alquiler de las casas de los maestros.

 En el mes de Mayo de 1.931, el Gobernador Civil volvió a ponerse en contacto con el Ayuntamiento para informarles que la tramitación del expediente seguía su curso y que ya había remitido firmado el expediente de construcción de las escuelas a la Dirección General de Primera Enseñanza.

Casi coincidiendo con la carta del Gobernador Civil, se produjo una nueva  visita del   Inspector de Primera Enseñanza, que, aunque desconocía cual era el estado de la tramitación del expediente, mostró verdadero interés por la  construcción de las nuevas escuelas, lo que daba confianza de que el expediente remitido por el Gobernador Civil sería bien acogido por parte de la Dirección General de Primera enseñanza.

 La Dirección General de Primera Enseñanza recordó al Ayuntamiento que era necesario que se procediera al depósito de 6.228,56 pesetas, en la Caja de Depósitos,  correspondientes  al 25 % del presupuesto total de construcción de las escuelas, según se había comprometido al presentar la solicitud.

La cosa de las escuelas parecía que se iba arreglando, el solar había sido donado por el Sr. Tobar y,  por otra, el proyecto de construcción del edificio estaba en tramitación. Pero la situación económica del ayuntamiento no permitía ni siquiera realizar el pago de los derechos reales de la donación. Para poder liquidar los gastos se tuvo que volver a recurrir a D. Pedro Tobar solicitándole un nuevo préstamo de 700  pesetas.

Ayuntamiento estaba satisfecho por el avance que suponía la noticia recibida, pero el contratiempo era que no disponía de fondos para poder hacer el mencionado deposito, por lo que se dirigió al Ministerio de Hacienda y al Ministerio de la Gobernación pidiendo autorización para poner en Garantía dos láminas del Ayuntamiento, cuyo valor excedía de 50.000 pesetas, y concertar un empréstito con el Instituto Nacional de Previsión.

Entre unas cosas y otras estaba a punto de vencer la condición que el Pedro Tobar había establecido en la donación. El plazo de los 3 años vencía el 27 de Diciembre de 1932. Coincidentemente unos meses antes se había producido el fallecimiento de D. Pedro Tobar Gutiérrez por lo que la Corporación se dirigió por escrito a su padre, D. Francisco Tobar Vitón, solicitándole les recibiera para tratar del asunto. Amablemente les recibió al día siguiente y accedió muy gustoso a la prorroga por otros tres años más. Acordaron que todos los gastos de la nueva tramitación fueran a cargo del Ayuntamiento.

El 25 % del total de las obras debían depositarse antes del día 15 de Enero de 1933. Era el mes de Diciembre de 1.932 y no se había recibido la autorización para ofrecer la garantía que se había solicitado al Ministerio de Hacienda y al Ministerio de la Gobernación, por lo que el Ayuntamiento estaba preocupado con el posible retraso a la hora de disponer de  la garantía prevista y, sobre todo,  que ello tuviera como consecuencia la perdida del turno en la ejecución de la obra.

Para evitar que eso se produjera, el Ayuntamiento solicitó a la Diputación Provincial que adelantara las 6.228,56 pesetas, para lo que ofreció como garantía la totalidad del presupuesto de ingresos del ejercicio del año 1933  y, especialmente, los ingresos del arbitrio de Inquilinato, que producían 3.760 pesetas, el de licencias de Transito de Animales Domésticos por vías publicas, con otras 2.200 pesetas y el de Pesas y Medidas de 600 pesetas,  que sumaban en total 6.560 pesetas, remitiendo copia certificada del acuerdo  a la Diputación Provincial a los efectos oportunos. Con este compromiso la Diputación Provincial depositó  las 6.228,56  pesetas en la Caja de Depósitos, para que pudiera ser aprobado el proyecto.

La noticia de que se había aprobado el proyecto fue publicada. en la Gaceta de Madrid del día 23 de Enero de 1933. Casi sin hacerse efectiva la nueva noticia, se había comenzado la construcción de  las escuelas en el terreno de la Plaza de la Constitución, bajo la dirección del arquitecto D. Adolfo López Durán.  

La autorización solicitada al Ministerio de Hacienda era para ofrecerla como garantía del préstamo que se había solicitado al Instituto Nacional de Previsión. El 19 de Agosto de 1933 se firmo la concesión del préstamo por parte del  Instituto   por importe de 10.000 pesetas. La escritura la firmo el concejal Antonio García Torres pero, hasta tanto no quedara registrada en la Dirección General la pignoración de las Láminas municipales, no se devolvería  el dinero a la Diputación Provincial, que era quien había adelantado las 6.228 pesetas.

Como se pretendía inaugurar las escuelas lo antes posible sin recibir el dinero del préstamos el Ayuntamiento comenzó las gestiones para la compra del material para las escuelas.

Los muebles  se encargaron a  Federico Giner,  vecino de Tabernes de Valldigua –Valencia-  y fueron  los siguientes:

Para las escuelas de los chicos:

  • 12 mesas de 4 plazas
  • 1 mesa para el profesor y un sillón.
  • 2 sillas de visita y 1 armario vitrina.
  • 1 pizarra, 1 trípode y 8 perchas con 40 ganchos.
  • También se le encargó un escudo, una  bandera nacional, un retrato de la matrona, una esfera terrestre y una celeste y una caja rotativa de mapas.

Para la escuela de las niñas se pidieron:

  • 6 mesas de 4 plazas
  • Una esfera terrestre de 33 centímetros de diámetro.
  • Una colección de mapas rotativos, con su caja un encerado de forma apaisada de 2m por 0,80
  • y una máquina de coser.

La máquina de coser que se compró para la escuela de las chicas, era de la marca Sínger y  costó 540 pesetas.  

Ni estufas, ni carbón

 Ante el retraso que se había producido con la construcción de las escuelas el Ayuntamiento se puso en contactó con la Sociedad la Humanitaria, que disponía de un edificio con algunas dependencias disponibles con la intención de alquilárselas para trasladar las escuelas. Se  llegó a un acuerdo y se trasladaron las escuelas de niñas.

El invierno de 1.933 estaba mostrando todo su rigor. El frío y la nieve habían aparecido como de costumbre. En el edificio de la Humanitaria había mucha humedad y las chicas que asistían a la escuela debían hacerlo en unas condiciones poco aconsejables. Dª Felisa Lozano, que era la maestra de niñas, en previsión de los días que se avecinaban, se dirigió al Ayuntamiento solicitando se comprara una estufa para la escuela.

El Ayuntamiento, presidido por Jonás Aragoneses, decidió no comprarla puesto que,  si compraba una estufa también tenia que comprar el carbón,  y que,  si se lo concedía a la escuela de niñas, después vendría el maestro de los niños y también pediría otra, y como no estaba consignado en el presupuesto, no podían acceder a ello. Se decidió solicitarlo del Estado.

El argumento que adujo la corporación era poco consistente y desde luego la decisión de negarlo derivando la solicitud al Estado, contrasta con la decisión tomada en la misma sesión municipal, en la que el Ayuntamiento encontró todos los argumentos suficientes para el siguiente acuerdo: “Se acordó se comunique al Sr. Gobernador civil de la provincia, que este Ayuntamiento contribuye con veinticinco pesetas para la construcción de una estatua en Jaca a Galán y García Hernández”.

A primeros de año tuvo lugar la visita de la Inspectora de Primera Enseñanza de la provincia para comprobar como iba la construcción del edificio que estaba prácticamente terminado y que se iba a destinar a escuela de niños, así como, para revisar el que se había tomado en alquiler para la escuela de niñas. Al visitar éste último observó que el local donde estaban las niñas era inapropiado para continuar con las clases, por lo que ordenó a la maestra que suspendiera las mismas hasta que se eliminase la humedad que tenían las dependencias.   

El Ayuntamiento, ante la paralización de las clases por parte de la maestra,  se puso en contacto con la Sociedad la Humanitaria que era la propietaria del edificio para que procediera a los arreglos oportunos. Aprovechó esta coyuntura para acordar que, tan pronto como se reanudaran las clases, se accediera a la compra de una estufa tal como se le había solicitado.  

Es de suponer que Dª Felisa tuviera mucho que ver en la visita de la inspectora y en la «recomendación» al ayuntamiento para que compraran la estufa.

Afortunadamente el problema no se repitió en el invierno siguiente .El nuevo Ayuntamiento, presidido por Mariano Morales, ya tenía aprendida la lección y el trago por el que tuvo que pasar la anterior Corporación les sirvió de advertencia, por lo que, antes de que llegara el invierno de 1934 acordaron que, diariamente,  se facilitaran ocho kilos de carbón para la escuela de La Humanitaria y cuatro para la de la Plaza de la Constitución, puesto que en esta se gastaba también algo de leña.

Por fin la inauguración de las Escuelas

Las escuelas “de la Plaza”, se inauguraron el 14 de Enero de 1934, siendo alcalde Jonás Aragoneses Molpeceres.  Al acto asistieron varias personalidades de Madrid, que fueron invitadas por el Ayuntamiento.

Una vez que fueron inauguradas,  se destinaron a escuela de niños, puesto que las niñas siguieron en los locales de la  Sociedad de Beneficencia la Humanitaria, que el Ayuntamiento tenía en alquiler. El maestro de niños era Don Zacarías Gil Acevedo y la maestra de las niñas, la mencionada Doña Felisa. Al poco tiempo   Don Zacarías dejó su puesto como maestro y se trasladó al pueblo de Uceda en la provincia de Guadalajara.

Sin embargo el problema de las escuelas no se había resuelto con el nuevo edificio, puesto que, antes de cumplirse un mes de su inauguración, el Consejo Local de Primera Enseñanza municipal presentó ante el Pleno del Ayuntamiento una certificación por la que se proponía la creación de otra escuela nacional unitaria de niños, en base a que la escuela recién inaugurada ya se había quedado pequeña para las necesidades del pueblo.

El número de Habitantes en 1.934 ascendía a 1.132 personas y la asistencia diaria de niños a las escuelas era de 82. El censo escolar era de 96 niños, de los cuales, estaban matriculados 90.  Según estos cálculos el número de niños era excesivo para la escuela unitaria que existía. El Ayuntamiento hizo suya la propuesta que les había planteado el Consejo local y, en base al Decreto de 5 de enero de 1.933,  la elevó a la Dirección General de Primera Enseñanza.

La petición de construcción de tres nuevos locales escuelas  fue devuelta con fecha 22 de mayo de 1935 por el Negociado del Ministerio de Instrucción Pública, notificando que se había derogado por un nuevo Decreto de fecha 15 de Junio de 1934, el que había servido de base para la petición anterior de fecha 5 de Enero de 1933.

La misma suerte corrió la subvención de 1.500 pesetas solicitada para mobiliario escolar, que se había remitido a la Diputación Provincial, puesto que se había anulado el proyecto de subvenciones para cosas de enseñanza, tal como informó el gestor de la Diputación Provincial D. Emilio Estébanez.  


[1] Véase folio 49 del libro de actas del Ayuntamiento de Hortaleza de fecha 2 de Enero de 1934.

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