Fruto de las continuas y permanentes desavenencias entre Francisco Tobar y su hijo Pedro, surgió el acuerdo de someter su situación a la mediación de tres personajes ilustres, para que propusieran una solución a tan dramática situación. La conclusión de los tres mediadores fue el destierro de Francisco Tobar a Málaga.
En cumplimiento de lo acordado Francisco Tobar partió hacía Málaga. Nada más llegar, Francisco escribió a mi abuelo Guillermo, diciéndole que si podía mandarle dinero, que su hijo, le había intervenido el dinero que tenía en el banco y él había salido con lo preciso para el viaje.
Con cierta dificultad, mi abuelo, con la ayuda de su suegro, consiguió reunir las dos mil pesetas que Francisco Tobar le había solicitado y, tan pronto como le fue posible, se las envió a Málaga.
Este tipo de cuestiones representaban cierta incomodidad a mis abuelos. Por una parte Francisco Tobar recurría a ellos ante cualquier necesidad y Pedro Tobar, el hijo, se molestaba porque fueran atendidas las peticiones de su padre. Para mostrar su desacuerdo con mis abuelos tomó algunas decisiones a sabiendas de que representaban un desagravio para ellos.
Antonia, la criada, aprovechando la ausencia de Francisco Tobar de su domicilio, convenció a Pedro de que ya no era necesaria la presencia de mi bisabuela en la casa e Madrid. Pedro Tobar, que necesitaba de pocas insinuaciones para tomar decisiones que incomodaran a su padre, y por qué no, a mis abuelos, decidió que Leona abandonara el domicilio de la Puerta del Sol. Se tuvo que ir a vivir en casa de mis abuelos a Hortaleza.
Al poco tiempo, desde Málaga, Francisco volvió a requerir la ayuda de mi abuelo. En esta ocasión le escribió para decirle que hablara con el Sr. Vilda, que debería ser algún oficial de la notaría, para que le preparara cinco mil pesetas, que pensaba casarse.
Tal y cómo se estaban desarrollando los acontecimientos, mi abuelo, consideró prudente informar a Pedro Tobar, de lo que estaba ocurriendo. Le comentó que había recibido una carta de su padre, sin que Pedro, inicialmente, mostrará el más mínimo interés diciéndole que él nada tenía que ver con esa persona. No obstante solicitó de mi abuelo que le enseñara la carta con la que le iba a contestar.
Entre tanto, Dª María, la futura esposa de Francisco, llamó a mi abuela Juana, para decirle que quería verla antes de partir para Barcelona. Dª María le manifestó el cariño que, tanto ella como Francisco Tobar, tenían hacia ellos y que entendía el sufrimiento que la situación les generaba, pero que tuvieran paciencia porque tendréis vuestra recompensa. Dª Maria se fue a Barcelona donde se celebró la boda por poder con Francisco Tobar. Después Dª María se trasladó a Málaga en compañía de su sobrina Teresita.
Mis abuelos habían tenido conocimiento, a través de la correspondencia que mantenían con Dª María, que su sobrina había fallecido. La noticia también llegó a oídos de Pedro Tobar, quien le comentó a mi abuelo: «Sabrás que ha muerto «La Potrita». Si hombre, la hija de la «Tía Caballo», la mujer de mi padre».
Siempre había existido la duda de que Teresita no fuera sobrina de Dª Maria, pero este comentario de Pedro Tobar abría una nueva sospecha sobre la maternidad de Teresita. Pedro acababa de confirmar que Teresita era hija de la mujer de su padre. Con esta afirmación Pedro alentaba la posibilidad de que la hija de Dª María, fuera, también hija de Francisco Tobar. O era sólo una manifestación de Pedro Tobar en la línea crítica de la relación con su padre.
Las relaciones, entre Padre e hijo, seguían siendo irreconciliables. Incluso hasta una vez cumplido el destierro, momento en el que Francisco tenía la intención de volver a Madrid. Para preparar su regreso, Francisco Tobar escribió a mi abuelo para que le buscara casa donde vivir. Cuando Pedro tuvo conocimiento de la llegada de su padre a Madrid, le faltó tiempo para advertir a mi abuelo de que no admitiera a su padre en la finca de Hortaleza.
Aunque Pedro comprendía los problemas que tenía su padre no hacía mucho por encontrarle solución, por lo que Francisco insistió, ante mi abuelo, reiterándole la situación critica en la que se encontraba y la necesidad de dinero que le acuciaba. Tal era la situación que Francisco Tobar instó a su hijo para que viera el medio para evitar algún disgusto de consideración.
No obstante se presentó en la casa de Pedro Tobar, que por entonces se había mudado a la calle Gregorio Benítez, 7 en la Ciudad Lineal, con la intención de acelerar la decisión. Pedro le manifestó que para encontrar la solución era precisa la presencia de Guillermo, que sería quien dijera la forma en cómo ponerse de acuerdo.
La decisión de Pedro, probablemente con la mejor de las intenciones, trasladó a mi abuelo una responsabilidad de enorme trascendencia debido a la situación entre padre e hijo.
Sin embargo, en esta ocasión, la propuesta de mi abuelo fue aceptada por padre e hijo.
La propuesta consistía en enviarle a Francisco Tobar a su domicilio en la calle Montera, 51, de todo lo que se producía en la finca: leche, huevos, garbanzos etc. y que Pedro le diera parte del trabajo de la notaría y un escribiente durante cuatro horas a su cargo.